3 jun 2004

El que ríe de último, ríe mejor

por el Hermano Pablo

Fue su último deseo. Por eso lo dejó por escrito en su testamento, y por eso Catherine Colman, de Bordeaux, Francia, de cincuenta y cuatro años de edad, no pudo oponerse a que se exhibiera el videocasete que Max Colman, el muerto, había grabado.

En el funeral de Max, quien había sido un rico propietario de almacenes de la ciudad, la viuda mostró el video delante de quinientas personas. Fue un momento muy desagradable. Allí Max Colman se burlaba de su esposa, la llamaba «estúpida y aburrida», y le decía que había tenido no menos de ciento treinta amantes entre secretarias, empleadas, amigas de su esposa y otras mujeres. «El que ríe de último, querida —terminaba diciendo en el video—, ríe mejor.»

Es bien conocido este refrán usado por Max Colman: «El que ríe de último, ríe mejor.» Y en algunos casos es verdad. Hay personas que en sus primeros años de vida experimentan fracasos, postergaciones y derrotas, pero a los cuarenta, cincuenta o sesenta años se reponen y adquieren fortuna y felicidad. Y entonces miran a todos los que en su juventud se burlaron de ellos y dicen: «El que ríe de último, ríe mejor.» Pero, ¿se estaba riendo realmente Max Colman?

Su cuerpo, el mismo que había usado para los placeres, estaba allí en la caja, frío, rígido y serio. No dibujaba una sonrisa, porque los cadáveres no sonríen. Además, ¿dónde estaba su alma en ese momento?

Por lo visto, Max Colman fue un adúltero y engañador. Fue un mentiroso y farsante. Y los adúlteros, los mentirosos, los engañadores y los farsantes —dice la Biblia— no heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:6-10; Apocalipsis 21:8).

¿Puede reírse un burlón y farsante en la eternidad? De ninguna manera. En esta vida aquí en esta tierra es posible reír mientras se cometen maldades. Pero después de la muerte es Dios quien determina la risa alegre o el «llanto y rechinar de dientes» (Mateo 24:51).

Sólo cuando nos rendimos a Cristo y hacemos de Él el Señor y Maestro de nuestra vida es que podemos reírnos aquí con risa sana y decente, y posteriormente reír en la eternidad, cuando recibamos el reino eterno de felicidad completa.

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