11 dic 2004

«Cuanto más dinero se tiene, menos se sonríe»

por el Hermano Pablo

Juan Manuel Corcuera, español de treinta y siete años de edad, observó tres cosas que le hablaban con mudo pero elocuente lenguaje.

Una era su cuenta bancaria. Ya tenía su primer millón de dólares.

Otra era el espejo. Tenía un rostro demasiado serio, surcado de arrugas prematuras, con bolsas debajo de los ojos.

La tercera era algo que leyó en un artículo publicado en una revista británica: «Una encuesta realizada entre 2.181 hombres de negocios revela que cuanto más dinero se tiene, menos se sonríe.»

«Este —dijo Juan Manuel Corcuera, melancólicamente— es el caso mío.»

He aquí una encuesta que produjo resultados muy ciertos. Cuanto más rica una persona se hace, más preocupaciones tiene. El famoso estrés, que no es más que la antigua tensión, es la enfermedad típica de todo hombre y toda mujer de negocios. Y mientras mejor les vaya en el negocio, mientras más empresas establezcan y mientras más dinero acumulen, mayor será el estrés.

La competencia comercial, los problemas propios de la empresa, las fluctuaciones de la bolsa, las inseguridades de la política, sumadas a todos los problemas que produce esta incierta situación, tienen un efecto desastroso en el vínculo familiar. Poco a poco la relación entre esposo, esposa e hijos comienza a desmoronarse, y todo esto contribuye aún más al desconcierto de un alma hundida en los problemas del negocio.

Célebre es la fábula de «La camisa del hombre feliz». Un rey había caído en una profunda melancolía. Nada lo hacía reír. No había forma de levantarle el ánimo. El soberano estaba totalmente deprimido.

Los médicos que fueron consultados dijeron que el rey sólo volvería a reír si se ponía la camisa de un hombre feliz. Sus siervos recorrieron todo el reino, pero no lograron hallar a un solo hombre realmente feliz. Después de mucho tiempo, encontraron a un pobre campesino que araba con dos bueyes. Él, en medio de su pobreza, era feliz, intensamente feliz. Pero había un problema: ¡Era tan pobre que no tenía camisa! La moraleja de la fábula es evidente: el dinero no produce la felicidad.

Lo cierto es que hay en este mundo una sola riqueza verdadera. Proviene de una relación profunda y real del ser humano con su Creador. Cuando esa relación existe, hay felicidad y hay paz. Entreguémosle nuestro corazón a Cristo. Él nos dará no sólo la felicidad sino también su paz, que sobrepasa todo entendimiento.

Este Mensaje me ayudó Envíenme información Deseo una relación con Cristo