22 jun 2022

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de nuestro puño y letra
«¡A pesar de las palizas que le daba a la viuda!»
por Carlos Rey

(Víspera del Día Internacional de las Viudas)

«Todos dormían... cuando era pasado el mediodía del año nuevo.... De pronto, rompiendo esa quietud... se escuchó un desgarrador alarido y tras éste se vio salir despavorida a la [mujer] del carpintero, que empezaba a gritar: “¡Mi maridooo... mi maridooooooo!” ... (El... curtido carpintero..., borracho de hasta tres veces a la semana... acostumbraba desfogar sus excesos alcohólicos arrimándole duras palizas a su mujer gordinflona... que parecía disfrutar y hasta engordar con las tundas).... Pero ninguna señal de violencia mostraba [ella] en el rostro, ni una gota de sangre salía de sus narices chatas, y tampoco se veía por ninguna parte al carpintero borracho y en actitud violenta.

»“¡Mi maridooo... mi maridooooo!”, volvió a repetir histérica la desesperada mujer con los ojos cuajados de lágrimas, y por fin se desatoró escupiendo el resto: “¡Está muertooo... está muertooooo! ... [Cuando] desperté como a las diez de la mañana, él estaba tendido a mi lado; creí que continuaba durmiendo la mona. ¡Qué me iba a imaginar que había estirado la pata! ¡Pobre mi marido, tan trabajador y tan bueno que eeeraaa! ¡Que Dios lo tenga en su santa gloriaaa!”

»... Llegó el médico forense [y, luego de examinar al difunto, certificó]: “Causa de la muerte: intoxicación alcohólica... además de envenenamiento con sardinas en mal estado.” ...

»El funeral del carpintero transcurrió sin novedades.... Lloraba cada vez más fuerte y más desconsoladamente la... viuda, obligando a que muchos coincidieran en que siempre es así con las mujeres. “¡No hay que mezquinarles el palo para que a uno lo quieran en vida y lo lloren en muerto!”

»Concluída la pesada y penosa ceremonia, y luego de que casi a la rastra se llevaran a la viuda... que en el paroxismo de su pasión terrena pedía clamorosamente que la enterraran con su marido... [su vecina] doña Micaela [le dijo al] doctor Guardia:

—¡Ya descansa en paz el pobre! ... ¡No era un mal hombre a pesar de las palizas que le daba a la viuda! ...

—¡Así es —convino el doctor [Guardia]...—, no era un mal hombre! ¡Pero en definitiva... todos somos buenos cuando nos suena la hora de la muerte! ¡Olvidan nuestras fallas y nuestros pecados en muertos, y sólo recuerdan las virtudes que por nada del mundo nos hubiesen reconocido en vivos! ¡Cosas de la miseria y de la mezquindad humana!1

¡Qué denuncia tan certera de la sociedad de aquel entonces la que hace el escritor boliviano Pedro Rivero Mercado en boca de los protagonistas de su novela titulada Los gorriones del barrio! Tal parece que no tienen en cuenta que Dios, a diferencia de ellos, no finge ni mezquina su amor, ni su gracia ni su justicia. Pues Dios ama sin reserva y sin excepción a toda mujer maltratada, y es tan amigo de ella como es enemigo de la violencia perpetrada contra ella. ¡Más vale entonces que todo hombre culpable tenga esto muy en cuenta y deje de cometer ese delito de una vez y para siempre, antes del juicio final, cuando ya será demasiado tarde no sólo para cualquier víctima suya sino también para él mismo!2


1 Pedro Rivero Mercado, Los gorriones del barrio (La Paz, Bolivia: Santillana, S.A., 2000), pp. 96,102-110.
2 Nm 23:19; 1S 15:29; Sal 11:5; Lc 4:18; Ro 5:5; 1Co 3:16-17; Gá 5:19-21; Ef 5:1-2,25-29; Col 3:19; Heb 6:18; Stg 1:19-20; Tit 1:2; 1P 3:7; 2P 2:4-10; 1Jn 3:1