6 dic 2022

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de nuestro puño y letra
Los valores del gaucho y del mundo
por Carlos Rey

(Día Nacional del Gaucho en Argentina)

En 1872 el poeta argentino José Hernández publicó por primera vez los versos de El gaucho Martín Fierro, que llegó a considerarse una obra maestra del género gauchesco, lectura obligada en las escuelas primarias de todo el país, y que lo convirtió a él en el poeta nacional. Pero actualmente pocos saben que en el prólogo a la segunda parte de su épico poema, titulada La vuelta de Martín Fierro publicada siete años después, Hernández anhela que haya libros que aprovechen al máximo los géneros culturales de un modo entretenido y educativo, reproduciendo la jerga de sus exponentes y valiéndose de ellos para fomentar los perennes valores morales universales.

Uno de esos exponentes, por supuesto, es el gaucho que, según Hernández, «canta porque hay en él cierto impulso moral.... ¡Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos más incultos expresar, en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones más antiguas... conservan como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial..., que la civilización moderna repite por medio de sus moralistas más esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad!

»Indudablemente... —continúa el épico poeta argentino— hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las razas del globo que... vienen deduciendo desde hace más de tres mil años la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, expresadas en prosa por todos los hombres del globo, y en verso por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se extienden a las dos márgenes del Plata. El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.»

De ahí que Hernández anhele que esos libros que hacen falta gocen «del dichoso privilegio de circular de mano en mano... y que bajo una forma que los [haga] agradables —[asegurando así] su popularidad— [sirvan] de ameno pasatiempo a sus lectores, pero:

. . . . . . . . . .

enalteciendo las virtudes morales... que sirven de base a todas las virtudes sociales; ...

enseñando... el respeto a los demás; ...

aconsejando la perseverancia en el bien; ...

recordando a los padres los deberes... para con sus hijos; ...

enseñando a los hijos cómo deben respetar y honrar a los autores de sus días; ...

encareciendo la felicidad del hogar, enseñando a todos a tratarse con respeto recíproco, robusteciendo por todos estos medios los vínculos de la familia...;

enseñando a los hombres con escasas nociones morales que deben ser humanos y clementes, caritativos con el huérfano y con el desvalido, fieles a la amistad, gratos a los favores recibidos, enemigos de la holgazanería y del vicio, amantes de la verdad, tolerantes, justos y prudentes siempre; ...

[e] inculcando en los hombres el sentimiento de veneración hacia su Creador, inclinándolos a obrar bien.»1


1 José Hernández, Martín Fierro (Bogotá: Panamericana Editorial, 1993), 86-89.