10 mayo 2021

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de nuestro puño y letra
Dos insuperables contadores de historias
por Carlos Rey

(Día del Periodista Boliviano)

El salón principal del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, en el que se realiza la mayor premiación latinoamericana de periodismo, que es el premio anual de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, está abarrotado de periodistas, escritores, dirigentes políticos, empresarios y estudiantes de comunicación y literatura. Todos tienen en común que son admiradores del presidente de la entidad, el Premio Nobel Gabriel García Márquez.

Este año uno de los galardonados es un audaz fotoperiodista argentino de amplia experiencia, considerado en su país como uno de los mejores de su generación. Después de recibir el cheque de veinticinco mil dólares de manos de García Márquez, con quien ha de compartir una cena como invitado especial, el distinguido argentino pronuncia su discurso de agradecimiento. Comienza subrayando la importancia del periodismo y la necesidad de recuperar para este su cualidad de contar historias, y luego propone un modelo para ser imitado por los reporteros más jóvenes. Ese ejemplo a seguir —afirma con franqueza— es «un novelista latinoamericano de gran proyección», alguien que «empezó siendo periodista», un hombre que «salió de su pueblo natal para recorrer después su país y el mundo», un «insuperable contador de historias».

En lugar de dar a conocer de una vez el nombre del novelista, mantiene el suspenso alabando al «novelista que marcó el boom latinoamericano», y mencionando un libro en el que el personaje principal recorre localidades «contando historias». Y por fin termina su alocución mirando primero al Nobel de Literatura que tiene a pocos metros de distancia y luego a los expectantes concurrentes:

—Ese escritor es Mario Vargas Llosa. La novela a la que me refiero es El hablador.

«Yo me sobresalté —escribe en el año 2014, una década después, el periodista Raúl Peñaranda en el Diario Correo del Sur de Sucre, Bolivia—. Fue como si me hubiera caído un rayo en el espinazo. Un murmullo recorrió todo el salón. Los aplausos no pudieron disimular la sorpresa.

»García Márquez dejó el vaso de agua que tenía en la mano, se paró con cierto esfuerzo para felicitar al audaz argentino y le dijo, perceptiblemente para mí desde el lugar privilegiado en el que me encontraba:

—¡Muy buen discurso! ¡Felicidades, amigo!

»Vargas Llosa era, como se sabe —concluye Peñaranda—, el rival literario más importante de García Márquez. Después de haber tenido una íntima amistad, se distanciaron definitivamente en 1976.... Este artículo es un homenaje para los dos.»1

Sobra decir que es admirable que en aquella ocasión García Márquez, pudiendo darse ínfulas de «insuperable contador de historias», como lo consideran sus admiradores, no haya dado muestra alguna de sentirse ofendido al respecto. Determinemos también nosotros practicar el dominio propio, como nos aconseja el sabio Salomón, pasando por alto las ofensas, ya sean directas o indirectas, y pensando más bien en todo lo que merece elogio, como nos aconseja San Pablo.2


1 Raúl Peñaranda, «Historia entre García Márquez y Vargas Llosa», Diario Correo del Sur, 24 abril 2014 <http://hemeroteca.correodelsur.com/2014/04/24/67.php> En línea 9 enero 2021.
2 Pr 19:11; Fil 4:8