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(Víspera del Aniversario de la Muerte del Cid Campeador) «—Te aconseja el rey Alfonso, »—Lo que tuve lo he perdido; »—¡Que sí! ¡Habrá bodas! ... »—Sol... »—¿Sí, Elvira? »—Siento que en este asunto de nuestro casamiento nos han [marginado], porque —vamos a ver— ¿a ti alguien te preguntó si querías casarte? »—No, [Sol,] ¡y yo quiero ser una mujer independiente! »—¡Y yo[, Elvira]!... Que estamos en la época medieval, si no... ¡otro gallo [cantaría]! ... »—[Hermano,] marchémonos a Carrión. Ya somos ricos; [como somos Condes de Carrión,] podemos casarnos con princesas. Le diremos al Cid que nos llevamos a sus hijas a conocer Carrión, y en mitad del bosque las abandonamos, ¡para que se las coman las fieras hambrientas! ... »—... Escuchadnos bien, Doña Sol y Doña Elvira: Hoy mismo nos marchamos y os dejamos aquí abandonadas.... »—¡No, por favor! »—Tenéis espadas; ¡quitadnos la vida, pero no nos dejéis abandonadas! »—¡Callad y tomad! ... »—¡Huyamos, Diego; nadie nos ha visto! »Las dejaron los infantes »... Ya las nuevas han corrido por toda la tierra. ¡Qué dolor el del Cid! ... »—¡Juro, por estas barbas que jamás nadie cortó: »—He convocado estas Cortes por amor del Cid. Los Infantes de Carrión lo han ultrajado. ¡Que hable el Cid! »—Majestad, los Infantes de Carrión han abandonado a mis hijas a las fieras del bosque. Han quebrado mi corazón.... »—... Por cobardes y traidores... ¡ordeno que [sean] desterrados para siempre de Castilla! ¡Ordeno que no [vuelvan] a ver el sol en estas tierras! ... »Y este fue el “triste y solitario final” de los Infantes de Carrión. Que tal acontezca siempre a quien escarnece a su dama.»1 En estos pasajes de su adaptación teatral para títeres del Cantar del Mío Cid, la escritora española Gisela López representa un tema que no ha dejado de ser uno de los flagelos de nuestra sociedad cerca de un milenio después. Trágicamente sigue habiendo padres de familia que por diversos motivos ceden ante la presión de facilitar que sus hijas se casen con hombres que han de maltratarlas física, verbal y emocionalmente. Sigue habiendo mujeres que sienten que no tienen poder alguno para evitarlo. Y sigue habiendo hombres crueles e insensibles que agreden tanto física como sexualmente a su esposa y a sus hijas. Ya es hora de que despertemos de este letargo interminable y hagamos todo lo necesario como sociedad para ponerle fin a esa conducta inhumana. Pero conste que, aunque no se haga justicia en este mundo, Dios ya ha ordenado que los culpables sean desterrados para siempre de la Tierra Prometida que es el cielo. |
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