2 sep 2020

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de nuestro puño y letra
Una oportunidad que pudimos perder
por Carlos Rey

(2o. domingo de septiembre: Día de los Abuelos en Puerto Rico)

Era una tarde nublada del 19 de octubre de 2019. Habían transcurrido veintiocho años desde que adoptamos a nuestro hijo Josué a los once años de edad. Su madre biológica era puertorriqueña. Si no hubiera sido por eso, es probable que no lo habríamos adoptado, ya que habíamos puesto la condición de que tuviera sangre hispanoamericana. Ahora yo tenía la dicha de acompañar a su hijo Zachary, nuestro nieto, a un partido de fútbol estadounidense. Es que esa tarde de octubre jugaba como local la Universidad de Miami, donde estudiaba él, becado por haber prestado el servicio militar durante cinco años.

Antes de abordar el autobús que lleva a los estudiantes al estadio, mi nieto Zach me mostró con merecido orgullo el hermoso plantel de la universidad.

Cuando llegamos al estadio, aprovechamos una merienda típica que se les sirve gratis a los estudiantes antes del partido. A mediados del juego, el doctor Julio Frenk, rector de la universidad, comenzó a subir por los escalones precisamente por el pasillo donde estábamos sentados nosotros. Zach no se dio cuenta, y yo no habría reconocido al doctor Frenk de no haber sido por una mujer amable que nos informó que él estaba por pasar y ofreció sacarnos una foto con él, asegurándonos de que él se detendría para tomar la foto si se lo pedíamos. Zach sí lo conocía y lo tenía en alta estima, así que se lo agradecimos mucho a la mujer. En efecto, el rector Frenk se detuvo, nos saludó muy cordialmente luego de que Zach me presentó como su abuelo que estaba de visita, y permitió que la mujer nos tomara la foto.

Perdimos el partido, pero nos divertimos mucho, creando un recuerdo que conservaré como un tesoro el resto de mi vida. Y por si todo eso fuera poco, esa noche los dos tuvimos el gusto de disfrutar de una rica cena cubana con Luis Bernal Lumpuy, mi gran amigo y colega desde hace treinta y cinco años.

Tengo que confesar que, cuando eso sucedió, yo no estaba enterado de las impresionantes credenciales del doctor Frenk: eminente médico cirujano; ex Decano de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Harvard; ex Asociado Principal en el Programa de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates; ex Secretario de Salud de México; ex Director Ejecutivo encargado de Pruebas Científicas e Información para las Políticas en la Organización Mundial de la Salud con sede en Ginebra, Suiza; y ex Director General Fundador del Instituto Nacional de Salud Pública de México, entre muchos otros logros y títulos que ostenta. Cuatro de los veintitrés libros que ha escrito hasta la fecha son novelas para niños y jóvenes que explican el funcionamiento del cuerpo humano.

Gracias a Dios, al igual que el doctor Frenk, al subir por el pasillo de nuestra vida Él, como nuestro Médico Cirujano divino, está dispuesto a detenerse y a tomarse una foto con nosotros. Pero conste que luego de ese momento trascendental en que llegamos a conocerlo personalmente, Dios, quien nos creó a todos, está también dispuesto a caminar a nuestro lado el resto de nuestra vida. Sólo que, para que eso suceda, somos nosotros a quienes corresponde dar el permiso.1


1 Mi 6:8; Mt 28:20; Jn 1:35-51; Ap 3:20