11 oct 17

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de nuestro puño y letra
12 de octubre de 1492
por Carlos Rey

(Víspera del Aniversario del Descubrimiento de América)

A las dos de la madrugada del 12 de octubre comenzó a divisarse tierra, a escasas dos leguas de distancia. Era una isleta del archipiélago de las Bahamas que los indios llamaban Guanahaní. Al arribar, el Almirante Cristóbal Colón salió a tierra en la barca armada acompañado de Martín Alonso Pinzón y su hermano, Vicente Anés, que era capitán de la Niña. En la playa los esperaban desnudos los primeros indígenas que ellos habrían de conocer en el Nuevo Mundo. Colón llamó a Rodrigo de Escovedo, el escribano de toda la armada, y como primer acto oficial hizo que constara que él, ante todos los españoles y la multitud de habitantes de la isla que se estaban congregando allí, tomaba posesión de dicha isla en nombre de sus señores, el Rey y la Reina de España.

Según el cronista Fray Bartolomé de las Casas, las siguientes son palabras textuales del Almirante en su libro de primera navegación y descubrimiento de nuestra América: «Yo, porque nos tuviesen mucha amistad,... conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza... no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. ...tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar, y se defendían. Y yo creí, y creo, que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían.»1

Efectivamente, con el transcurso del tiempo los frailes españoles lograron convencer a aquellos indígenas de que les convenía hacerse cristianos. El apóstol Pablo, algunos años después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, había intentado convencer de lo mismo a un gobernante romano. El rey Agripa había escuchado con suma atención la defensa del evangelio de Pablo y le había dicho: «Un poco más y me convences a hacerme cristiano.» «Sea por poco o por mucho —le replicó Pablo—, le pido a Dios que no sólo usted, sino también todos los que me están escuchando hoy, lleguen a ser como yo, aunque sin estas cadenas.»2

Lo que le había deseado San Pablo al rey Agripa era lo mismo que les deseaban los frailes españoles a los indígenas: la libertad espiritual, que tiene valor eterno a diferencia de la libertad física, la cual perdieron tanto Pablo como aquellos indígenas americanos. Es hora de que nosotros también reconozcamos lo mucho que nos conviene hacernos cristianos, es decir, verdaderos seguidores de Cristo. ¡Sólo así podremos gozar de la única libertad que nadie nos puede quitar, porque conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres!3


1 Fray Bartolomé de las Casas, resumiendo las primeras impresiones que el Almirante registró en su Diario del primer viaje, tomado de Cristóbal Colón, Los cuatro viajes del Almirante y su testamento (Madrid: Espasa-Calpe, 1971), citado en Cronistas de indias: Antología, 3a ed. (Bogotá: El Áncora Editores, 1992), pp. 11-14.
2 Hch 26:28,29
3 Jn 8:32