2 may 16

imprimir
de nuestro puño y letra
«Lobos y esquimales»
por Carlos Rey

«Leí alguna vez que los esquimales de un pequeño poblado idearon un ingenioso método para cazar... lobos —cuenta la periodista, productora y conductora de radio y televisión Milenka Peña en su libro titulado Apasionante—. Cubren un cuchillo afilado, capa por capa, con la sangre de algún animal. La paciencia es imprescindible; tienen que esperar a que cada capa se congele hasta que el cuchillo quede completamente cubierto y se asemeje a una paleta de helado. Luego entierran el cuchillo en la nieve, y se alejan del lugar, asegurándose de que sus huellas queden cubiertas.

»Tarde o temprano algún lobo solitario que se apartó de su clan, olfateando todo a su paso en busca de nuevas experiencias o simplemente en [busca] de algo para comer, descubre [con su fino olfato el aroma de la sangre]. Inmediatamente desentierra su hallazgo y lo empieza a lamer. Primero lo prueba despacio, con cautela. Pero mientras más lo hace, el sabor es más intenso. Mientras más lame, más le gusta y, al cabo de un rato, ya no puede parar.

»De lo que no se da cuenta es que la filosa hoja del cuchillo le está cortando la lengua. El lobo se encuentra tan envuelto en el éxtasis del placer, que no puede percibir que el sabor que siente ahora es el de su propia sangre. Este hermoso animal, inteligente y preparado para sobrevivir en inhóspitas condiciones, está vertiendo su propia vida para satisfacer su deseo, que empezó como una curiosidad, y que ahora parece insaciable.

»Al día siguiente, en medio de un charco de sangre congelada, los cazadores encuentran el cuerpo sin vida del lobo.

»La realidad es que las tentaciones son [atrayentes] —comenta la talentosa escritora boliviana—. Si no [fuera así], no nos costaría tanto evitarlas. Pero siempre acarrean consecuencias, aunque al principio no sean evidentes. Como una delicada medusa de mar que se muestra inofensiva y cristalina, y parece hipnotizar con sus acompasados movimientos, la tentación tiene tentáculos. Cuando sientes el punzante dolor y ves que está aferrada a tu piel, ya es demasiado tarde. Aunque logres apartarla, quedarán las cicatrices.

»Piensa en cuáles son las tentaciones a las que te sientes más propenso —nos hace reflexionar Milenka Peña—. No son iguales para todos; están hechas a tu medida. Por ejemplo, tal vez a ti no te atraiga beber alcohol en exceso, pero no puedes evitar mirar con deseo a [alguien que no es tu cónyuge]. O quizá tú no tengas problemas con controlar tus ojos, pero no puedes controlar tus finanzas, y comprometes tu integridad cuando decides mentir en tu declaración de impuestos o en tu plantilla de salario. De una u otra manera todos somos susceptibles; nadie es inmune a sus encantos. Si crees estar firme, mira que no caigas.1

»Estoy segura de que conoces casos —tanto públicos como privados— en los que una tentación dio lugar a que se destruyeran familias, reputaciones, empresas y futuros. No permitas que esto te ocurra a ti.

»Recuerda: ... El problema [no es ser tentado sino] caer en la tentación. Así que la próxima vez que se presente algo que no estés seguro de que puedas resistir, haz como José [en Egipto]: huye aunque te quedes sin camisa.»2,3


1 1Co 10:12
2 Gn 39:1-12
3 Milenka Peña, Apasionante: Principios para lograr equilibrio, excelencia y éxito (Nashville, Tennessee: Grupo Nelson, 2013), pp. 19-20.