28 sep 12

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«Por robarse una Biblia»
por Carlos Rey

(Último Domingo de Septiembre: Día Internacional de la Biblia)

«Un juez de Singapur sentenció a un hombre a cuatro meses de cárcel por robarse una Biblia, reprochándole su conducta con la Biblia misma antes de mandarlo a la prisión —informó el periódico The Straits Times el 10 de octubre de 2007—. Además, el juez de distrito Bala Reddy le entregó una Biblia nueva al ladrón de veintiséis años de edad, quien dijo que había intentado robar ese ejemplar de la Biblia de una librería... porque quería reemplazar la suya, que estaba vieja y desgastada.

»Al pronunciar sentencia... el juez le dijo al acusado, quien ya tenía antecedentes por robo, que abriera el regalo. “En la página 65 verás que dice: ‘No hurtarás’ —señaló Reddy—. Mientras estés en la cárcel, aprovecha el tiempo para leer la Biblia, y asegúrate de no tener que volver a comparecer ante un tribunal.”»1

Hizo bien el juez Reddy al resaltar la gran ironía del delito cometido por aquel hombre al que tuvo que sentenciar: ¡robarse un ejemplar del libro que contiene el código penal original, el decálogo de Moisés, que ha empleado el mundo entero como norma para establecer sus leyes, entre ellas la que establece el robo como un delito!2

No dejan de sorprendernos los móviles que impulsan a los hombres a tomar decisiones que son contrarias a las leyes humanas y a veces al sentido común. En este caso, se supone que al hombre no lo motivaba más que el inocente y noble deseo de reemplazar una Biblia vieja y desgastada por una nueva. De ser cierto eso que alegaba, el delito no consistía de modo alguno en sus móviles sino en sus métodos, es decir, en los medios que empleó para lograr el fin. Es que, a pesar de lo que pensaba Maquiavelo, hay ocasiones en que el fin no justifica los medios.

Otro aspecto que nos conviene considerar es que a tales medios tampoco los justifica la ignorancia. Hay quienes piensan que si ignoran que algo es malo, y lo hacen, su ignorancia los absuelve de haber pecado. Pero consideremos el siguiente caso hipotético: ¿Qué sucedería si esas mismas personas se propusieran hacer el viaje por tierra desde Panamá hasta Colombia, e ignoraran que la travesía de la inhóspita región del Darién es muy difícil y peligrosa? ¿Acaso su ignorancia las salvaría de los contratiempos y peligros que afrontarían, y las ayudara a llegar sanas y salvas a su destino? ¡Claro que no! Porque la ignorancia no salva a nadie; contribuye, más bien, a que muchos se pierdan.

De modo que un día de estos, cuando sintamos el deseo de cambiar este cuerpo desgastado y mortal por uno nuevo e imperecedero, más vale que no hagamos caso omiso del requisito que la Biblia establece, sin vueltas ni rodeos, como el único camino que conduce al cielo. Pues será grande nuestra desilusión si pensamos que podemos llegar a ese destino final por cualquier otro medio. Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo categóricamente: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.»3 Aprovechemos el tiempo leyendo la Biblia, tomemos a pecho lo que dice, y asegurémonos así de comparecer ante el tribunal de Cristo sin tener nada de qué avergonzarnos.4


1 “Thou shalt not steal—especially the Bible” [«No hurtarás, sobre todo la Biblia»], Singapore (Reuters), 10 octubre 2007  <http://www.reuters.com/article/ oddlyEnoughNews/idUSSIN15943620071010> En línea 20 octubre 2007.
2 Éx 20:15; Dt 5:19
3 Jn 14:6
4 1Co 4:3-5; 2Co 5:8-10; 2Ti 2:15