13 may 2006

«¿Cuál es el propósito de mi vida?»

por el Hermano Pablo

Vez tras vez surgía la pregunta. Era la pregunta que se han hecho y se hacen millones de personas, filósofos y pensadores, novelistas y lectores comunes y corrientes, hombres ricos y hombres pobres, universitarios y analfabetos por igual: «Dime, madre, ¿cuál es el propósito de mi vida?» Y vez tras vez la madre respondía: «El propósito de tu vida, hija, son tus hijitos. Ámalos y cuídalos.»

Pero un día de septiembre de 1991, Diana Covarrubias, de veinticinco años de edad, tomó un cuchillo y mató a sus dos hijitos, Esteban de seis, y Jeffrey de dos. Luego intentó matarse ella misma sin lograrlo. Agobiada por la depresión, no le hallaba ningún sentido a la vida, y tomó esa fatal determinación.

La pregunta que Diana le lanzó a su madre: «¿Cuál es el propósito de mi vida?», es una que pocos saben contestar cabalmente. ¿Cuál es el propósito de la vida humana? ¿Para qué nacemos? ¿Qué hacemos aquí? ¿A dónde vamos cuando morimos? ¿Se acaba todo en la tumba, o hay vida después de la muerte?

Grandes filósofos y pensadores, las mentes más potentes de la humanidad, han encarado el asunto, y la verdad es que poco o nada han adelantado en la respuesta.

A todos nos gustaría saber cuál es el propósito verdadero de nuestra vida. Nos gustaría hallarle razón a nuestra existencia, que es lo mismo que hallarle sabor. Nos gustaría también encontrar la fuerza necesaria para poder luchar y sobrevivir.

Diana Covarrubias, sobrecargada de problemas personales, sufriendo las consecuencias de un divorcio, no sabiendo qué hacer con sus hijos y agobiada de cargas económicas, no le halló ningún sentido a su vida. «Si el propósito es sólo sufrir —pensó ella—, no vale la pena vivir.»

Esta triste situación debiera despertar en nosotros una tremenda inquietud: «¿Somos creación de Dios?» Si la respuesta es: «No», entonces nada importa, ni la vida ni la muerte. Pero si la respuesta es: «Sí», entonces por fuerza mayor, nuestra vida tiene propósito.

La Biblia enseña que el propósito de la vida humana es conocer a Dios y ser conocido de Dios. Y enseña que el propósito de Dios es que cada uno de nosotros permitamos que Cristo sea el Salvador, el Señor y el Maestro de nuestra vida.

Es probable que suframos pruebas en este mundo. Hay dolores a cada paso: desastres, pérdidas, decepciones. Todo eso compete a la vida humana. Pero si tenemos fe en Cristo, el sentido de la vida se hace claro y la esperanza surge con absoluta seguridad. Cristo es quien da el sentido verdadero de la vida, y Él nos ayuda a cumplirlo. Coronemos a Cristo como rey de nuestra vida. Él quiere ser nuestro Señor.

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