«Corazón mezquino»

6 ago 2018

Es en extremo malo y egoísta
quien mezquina en su boca una sonrisa
o un aliento de amor que nada cuesta
a quien —¡válgame Dios!— la necesita.

Es en extremo inútil y atrofiado
quien sus brazos oculta desconfiado
para impedir que se abran al abrazo
de un pequeño que busca su regazo.

Es en extremo infame e inhumano
quien prefiere arrojar al basurero
la alentadora frase de un «¡Te quiero!»

antes que regalársela a su hermano
que dicho amor urgente necesita
como flor, que sin agua se marchita.1

En este soneto titulado «Corazón mezquino», Enrique Quiroz Castro, poeta peruano hijo de la poetisa Elvira Castro de Quiroz, quien fuera regidora del Gobierno Local de Piura, presenta magistralmente la verdad de la inestimable importancia que tiene «un aliento de amor».

El soneto se resume en prosa como sigue: Los que nos negamos a sonreír y a mostrarle amor al prójimo somos muy malos y egoístas. Los que nos negamos a abrazar a un niño no ganamos nada con eso tampoco. Y los que nos negamos a alentar a nuestro hermano con una expresión de aprecio no lo estamos tratando con la humanidad que se merece. No nos cuesta nada prodigar tales sonrisas, mostrar tal amor, dar tales abrazos y pronunciar tales palabras de aprecio a las personas que nos rodean, y que necesitan con urgencia recibir nuestro afecto, así como las flores necesitan agua para sobrevivir. Tal estímulo de nuestra parte debiera ser lo más natural del mundo.

Esto se debe a que Dios, que nos creó a su imagen y semejanza, nos creó para hacer lo bueno. San Pablo afirma que «somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica».2 Pero como nos creó con libre albedrío a fin de que nuestro amor no sea forzado, todos podemos optar por hacer lo malo en lugar de lo bueno. Nacimos con un corazón que puede optar por odiar en vez de amar, rechazar en vez de abrazar, poner cara de pocos amigos en lugar de sonreírle al mundo, y desanimar a otros en lugar de estimularlos con palabras de aliento.

De ahí que el poeta Quiroz Castro censure con acierto a los que han optado por cultivar un corazón mezquino, egoísta al extremo de que no hay lugar en él para infundir un «aliento de amor» al que lo necesita. Tal conducta es, sin duda alguna, reprochable. Por eso el patriarca Moisés exhorta a su pueblo a que no sea mezquino sino generoso.3 Pero ¿qué nos espera a los que optamos por ser generosos en este sentido? ¿Qué ganamos con esforzarnos por regar con el agua estimulante de nuestro amor la flor del amor propio del prójimo?

Moisés mismo tiene la respuesta: «Así el Señor tu Dios bendecirá todos tus trabajos y todo lo que emprendas»,4 nos asegura. Y por si eso fuera poco, el sabio Salomón añade: «El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado.»5


1 Enrique Quiroz Castro, «Corazón mezquino», Archivo adjunto a mensaje enviado por correo electrónico, dirigido al Hermano Pablo, de parte del autor, Enrique Quiroz Castro, 16 noviembre 2006.
2 Ef 2:10
3 Dt 15:10
4 Ibíd.
5 Pr 11:25
Este Mensaje me ayudó Envíenme información Deseo una relación con Cristo