«Una nueva manera de vivir»

10 oct 2017

(Víspera del Día Latinoamericano de Lucha contra la Obesidad)

«Ya pertenezco al ambiente artístico. Soy actor. Como todo principiante, empiezo en el noviciado con altibajos. He descubierto una nueva manera de vivir. Me acuesto tarde; por lo tanto, me levanto tarde. La bohemia tiene para mí un atractivo muy especial, sobre todo la noche. ¡Qué linda es la noche de Buenos Aires! Es atractiva e interesante como una joven viuda llena de misterios que está esperando que un Gengis Kan la conquiste, susurrándole al oído falsas promesas de amor, y haciéndola depositaria de las más encendidas pasiones. Y yo me pregunto: “¿Qué estoy esperando?” Como el Cid Campeador, subo a mi caballo y empiezo a cabalgar la noche porteña. El pobre caballo, de Babieca se transforma en Rocinante. Ya no me aguanta como antes. Una madrugada, antes que aparezca el sol y mientras tomamos unos cafés con mi noble equino, éste me dice:

Caballo: Perdone, jefe, ¿le puedo hacer una pregunta íntima?
Yo: ¡Cómo no! Pregunta no más, con confianza.
Caballo: (Vacilante) Jefe, ¿cuánto pesa usted?

»De pronto siento que la sangre golpea mi cabeza. La indignación desplaza mis sentimientos más nobles, dando paso a la ira y a los deseos de venganza, hasta ahora algo desconocido en mí. Corro como Tyrone Power en la película «El Zorro», doy un salto y caigo sobre mi caballo, sintiendo el crac-crac de sus huesitos. Como Peter Lorre, sonrío con el placer que solamente da la revancha.

Yo: ¿Qué preguntabas, querido?
Caballo: (Con un hilillo de voz) ¡Nada, jefe!

»Esa noche no puedo dormir. Sueño con balanzas, con dietas, con píldoras mágicas para rebajar de peso. Al otro día, voy a la farmacia y, aprovechando que está distraída, me subo a la balanza. La aguja baja de golpe. Se escucha un ¡ay! Yo, sin atreverme a mirar las tres cifras, salgo a paso apurado mientras el farmacéutico grita: “¡Allá va! ¡Allá va! ¡Agárrenlo! ¡Asesino! ¡Asesino!”»1

En estos recuerdos de su vida artística, Jorge Porcel, en su autobiografía titulada Risas, aplausos y lágrimas, insinúa que el estilo de vida que adoptó al comenzar su carrera como humorista argentino contribuyó en gran parte a empeorar su estado físico y, por consiguiente, a que se le conociera en el mundo del espectáculo como el Gordo Porcel. Es que la vida bohemia a la que se refiere, por tratarse de un género de vida irregular y desordenado, si bien cobra tal fama, tarde o temprano la paga muy caro. De ahí que diga el refrán: «Quien siembra abrojos, no ande descalzo.»

Gracias a Dios, durante los últimos años de su vida, Porcel cambió su manera de vivir y acató aquel refrán, aplicándolo a la inversa: No dejó de andar descalzo, pero sí dejó de sembrar abrojos. Y para completar, comenzó a practicar el refrán positivo que dice: «Quien bien siembra, bien cosecha.» Porque, como dice San Pablo, «el que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción»; pero «el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.»2


1 Jorge Porcel, Risas, aplausos y lágrimas (EE.UU.: Editorial Caribe, 1998), pp. 101-2.
2 Gá 6:8
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