«Una tarde de octubre en San Jacobo»

13 feb 2017

«Nos conocimos en San Jacobo, una tarde de octubre. Un organista inglés... terminaba de tocar una obertura para coral de Bach.... La muchacha estaba justo delante de mí... rubia y alta.... Volvió el rostro.... Entonces, temblando un poco (en forma que me permito recomendar a todos los que en el futuro se hallen en semejante trance), la besé respetuosamente en una mejilla y luego, final y triunfalmente, en la boca.... María (entonces yo no sabía aún que se llamaba María)... puso su rostro sobre mi pecho y cerró los ojos. Así escuchamos el Studio Sinfónico, de Bossi.

»Aquella misma noche nos casamos, luego de lograr, usando todas mis influencias..., la dispensa de los trámites previos. Pero ella durmió todavía esa noche en casa de sus padres, que se mostraron perplejos con las noticias. Yo escribí un poema, poblado de aleluyas [y] hosannas....»1

Así se remonta el poeta salvadoreño Roque Dalton a «los orígenes» de lo que llama la «Historia de un amor», que forma parte de su obra vivencial titulada Taberna y otros lugares. Acto seguido, escribe estos versos en una servilleta:

Nuestro hermano de tan lejano país,
nuestra hija de las entrañas, niña de nuestros ojos,
fundan su noble casa sobre una firme piedra.
Hijos del pueblo, ...
han escuchado
la fulminante voz del corazón....
Boda de flores rojas,
¡hurra, por ellos!
¡Mucho amor uno al otro! ...

En el tercer acto, hace la siguiente «reflexión ante un espejo»:

Extranjero:
Has hecho correr en demasía el corazón....

Ya entrado el cuarto acto, «con el paso de los años», él dialoga con ella y le dice:

... Mi epitafio será falso y piadoso:
«Entre los 26 y los 27 años,
etapa que se prolongó durante casi toda su vida,
fue el hombre más inteligente del mundo.
Después se casó.» ...

Y en el quinto y último acto, desde el Hotel Hybernia en Praga, antigua Checoslovaquia, Roque le escribe a María finalmente:

... ¿Qué fue de la vida, de aquella vida en el centro de la cual nos encontramos, una tarde de octubre, en San Jacobo? Yo he perdido ya la capacidad de replicarte dignamente. Y esta carta... es el comienzo de la despedida, de una despedida que quiere ser antes que nada civilizadamente amable...2

De ahí que la novelista mexicana Elena Poniatowska dijera que Roque Dalton hace «del entusiasmo y de la sinceridad un mérito literario».3 Pero ¿acaso los pobres padres de María, que con sobrada razón «se mostraron perplejos con las noticias» del casamiento de su hija con un joven extranjero al que ella acababa de conocer, no habrán pronosticado el fracaso de aquel precipitado matrimonio? Sin duda ellos conocían un equivalente checoslovaco al refrán que dice: «Lo que de prisa se hace, despacio se llora».4

Menos mal que Dios comprende que cualquiera de nosotros puede ser sincero y sin embargo tomar una súbita decisión equivocada. Más vale que aprovechemos que, como un Padre que quiere lo mejor para sus hijos, Él siempre está dispuesto a darnos nuevas oportunidades de fundar nuestra «noble casa» sobre la roca firme que es Él mismo.5


1 Roque Dalton, Taberna y otros lugares (San Salvador: UCA Editores, 2004), pp. 136-37.
2 Ibíd., pp. 137-43.
3 Ibíd., contraportada.
4 Refranero general ideológico español, compilado por Luis Martínez Kleiser (Madrid: Editorial Hernando, 1989), p. 597.
5 Sal 18:2,31; 19:14; 28:1; 31:2-3; 62:2,6-7; 71:3; 92:15; 94:22
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