«Un día de estos»

30 sep 2015

(Víspera del Día Internacional de las Personas de Edad)

Una anciana de ochenta y tres años de edad le escribió la siguiente carta a una joven amiga suya:

«Ahora ocupo más tiempo leyendo y menos tiempo quitándoles el polvo a los muebles. Me siento en el patio, y disfruto de las flores sin que me preocupe la mala hierba que haya en el jardín. Paso más tiempo con mi familia y con mis amigos, y menos tiempo trabajando.

»Considero que siempre que sea posible, la vida debe ser una experiencia tras otra que saboreo y no que aguanto. Ahora trato de reconocer esos momentos y de apreciarlos.

»Ya no “guardo” nada para una ocasión más propicia. Pongo la mesa con la mejor losa y los mejores cubiertos cada oportunidad que se presenta, tal como cuando pierdo un kilo de peso, cuando logro desobstruir la tubería del fregadero, o cuando observo que se ha abierto la primera flor de amarilis. Me pongo mi traje favorito para ir al mercado. No espero hasta que me inviten a una fiesta para usar un buen perfume, sino que lo uso para que lo disfruten quienes me atienden en el supermercado y en el banco.

»Ya casi nunca digo: “Algún día pienso hacer esto”, o: “Un día de estos voy a hacer aquello.” Porque si hay algo que vale la pena ver, oír o hacer, quiero verlo, oírlo y hacerlo ahora mismo.

»Los que han muerto no sé qué habrían hecho diferente si hubieran sabido que no iban a estar aquí para el mañana que todos damos por sentado. Creo que habrían conversado con sus familiares y sus amigos más cercanos. Tal vez habrían llamado a algunos viejos amigos para pedirles perdón y mejorar las relaciones con ellos, limando asperezas por las faltas o los malentendidos del pasado. Me parece que habrían disfrutado de su comida preferida, ya fuera en su casa o en su restaurante favorito. ¿Quién sabe?

»Si yo supiera que me quedaran pocas horas de vida, me enojaría si no hubiera escrito ciertas cartas que tenía la intención de escribir “un día de estos”, y lo lamentaría mucho si no les hubiera dicho a mi esposo y a mis hijos con suficiente frecuencia lo mucho que los amo. Por eso me esfuerzo por no aplazar ni dejar para otro día nada que pueda amenizar o enriquecer mi vida. Y cada mañana, al despertar, recuerdo que el solo hecho de abrir los ojos es algo especial. Cada día, cada minuto, cada aliento de vida realmente es un regalo de Dios.»

Estas palabras sabias de la anciana octogenaria bien pudieran aplicarse al refrán que dice: «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.» Porque aunque es cierto que, por lo general, el refrán se aplica a la tendencia humana a aplazar las cosas que no queremos hacer, también puede aplicarse a nuestra tendencia a aplazar las cosas que debemos hacer.

Ese es el mismo consejo que nos da San Pablo. En su carta a los efesios, el experimentado apóstol nos exhorta: «Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor.... dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.»1


1 Ef 5:15-17,20
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