«Le he pedido a Dios que nos separe»

17 abr 2013

En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

«Soy un joven de veinticuatro años. Tengo seis meses de casado. Mi vida no está bien porque a veces sí me siento bien con mi esposa, pero por días no. Hasta le he pedido a Dios que nos separe porque siento que ella no me ama.»

Este es el consejo que le dio mi esposa:

«Estimado amigo:

»Nos alegramos de que nos haya contado su caso. Tal parece que ha sido difícil para usted el ajustarse a la vida de casado. Creemos que le conviene consultar con un consejero matrimonial, o matricularse en un curso para recién casados. Algunas iglesias ofrecen tales cursos a los que usted y su esposa pueden asistir, en los que enseñan cómo hacer ese ajuste.

»Sin embargo, hay varios elementos específicos de su caso a los que quisiéramos referirnos. En primer lugar, usted está permitiendo que su felicidad dependa de sus sentimientos. Tal como hemos dicho al aconsejar a otros, no podemos confiar en nuestros sentimientos. Lo que sentimos puede variar según lo que comimos o lo bien o mal que dormimos la noche anterior. Una vida que depende de lo que se siente es como andar sobre los rieles de una montaña rusa que nunca se detiene.

»Por lo general, al amor lo acompañan los sentimientos, pero el amor en sí no es un sentimiento. Es una acción. Es una decisión. Cuando usted decidió casarse con su esposa, prometió amarla hasta que la muerte los separara. Ahora puede mostrar ese amor por medio de sus acciones aunque no sienta nada. Y a medida que actúe conforme a su promesa de amarla, sentirá cada vez menos altibajos.

»Usted dice que “siente” que ella no lo ama. Le repito: ¡No se fíe de lo que siente! Es muy probable que usted “sienta” eso porque ella no está de acuerdo con algo o porque no hace las cosas tal como usted quisiera que las haga. Ella puede amarlo mucho y sin embargo no estar de acuerdo con usted. Puede amarlo sin reserva y aún así querer tener la última palabra. A eso se debe que haya que esforzarse tanto para tener un buen matrimonio. Los cónyuges acuerdan ceder algunas veces, turnarse otras, y amarse siempre, pase lo que pase. A veces quien obtenga lo que quiere será ella, y a veces será usted.

»Lo que más nos preocupa de lo que usted dice es que le ha pedido a Dios que lo separe de su esposa. Hace apenas seis meses usted prometió que la amaría por siempre, y sin embargo ahora ha llegado al extremo de pedirle a Dios que la aparte de su vida, sólo porque hay ajustes que los dos deben hacer. El plan de Dios es que el hombre deje a su padre y a su madre, y se una a su esposa, y los dos se fundan en un solo ser.1 ¡Una vez que Dios los ha fundido en un solo ser, puede usted estar seguro de que Él no va a estar dispuesto a contestar esa oración de separarlos!»

Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 231.


1 Gn 2:24
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